LA ENTRADA DE UN ALMA AL INFIERNO
Una horrible visión de un Obispo
Déjame contarte una
leyenda familiar y tómala así y sólo eso –anticipa Jorge Gorjas Benavente,
radicado en San Luis Potosí–. Contaba mi tía que el abuelito de ella
estaba de monaguillo en una misa en San Felipe, Guanajuato, una vez que fue un
obispo de León a dar la misa. A ese obispo lo tenían por santo por muchas
razones, que por su bondad y cosas así, pero sobre todo porque levitaba. Al
momento de la consagración, el obispo empezó a levitar y la gente se quedó
asombrada. Levitó y levitó hasta que se cayó como bulto. Se armó tanto el
alboroto que uno de los sacerdotes le dijo al monaguillo, o sea al abuelito de
mi tía, que fuera a la sacristía a traer sales o alcohol o lo que fuera para
reanimar al obispo. Obviamente el niño se asustó mucho e hizo lo que el
sacerdote le pidió.
Años después,
aquel monaguillo contaba que el obispo dijo cuando ya estuvo reanimado, pero
todavía alterado por una visión: “Acabo de ver la escena más horrible que he
visto en mi vida. Acaba de entrar el alma de Juárez al
infierno”.
Ésa es la leyenda
familiar, que el bisabuelo estuvo tramado mucho tiempo por haber presenciado
ese momento de la levitación del obispo, del alboroto y, sobre todo, por sus
palabras. Y contaba que, efectivamente, el momento más dramático sucedió
justamente cuando llegó la noticia oficial de la muerte de Benito Juárez,
cuando aquel obispo estaba levitando y cayó como bulto por haber visto la peor
escena de su vida, o sea que alma de Juárez había entrado al infierno, según la
visión del obispo.
Nota: las fotos
fueron tomadas de sitios de Internet, que los enlaces sirvan de crédito a sus
creadores: monje levitando e infierno.

LA LEYENDA DEL CALLEJÓN DEL BESO
Todo viajero que viene a esta ciudad pregunta por el Callejón del Beso, lugar al que se atribuye varias leyendas.
La más sorprendente por su sabor trágico y romántico de auténtica leyenda, es la siguiente:
Se cuenta que doña Carmen era hija única de un hombre intransigente y violento pero como suele suceder, siempre triunfa el amor por infortunado que éste sea.
Doña Carmen era cortejada por su galán, don Luis, en un templo cercano al hogar de la doncella, primero ofreciendo de su mano a la de ella el agua bendita. Al ser descubierta sobrevinieron el encierro, la amenaza de enviarla a un convento, y lo peor de todo, casarla en España con un viejo y rico noble, con lo que, además, acrecentaría el padre su mermada hacienda.
La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, doña Rígida, llorando e implorando juntas. Así, antes de someterse al sacrificio, resolvieron que doña Rígida llevaría una misiva a don Luis con la infausta nueva.
Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ella, hubo una que le pareció la más acertada.
Una ventana de la casa de doña Carmen daba hacia un angosto callejón, tan estrecho que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente.
Si lograban entrar a la casa frontera, podría hablar con su amada y, entre los dos, encontrar una solución a su problema.
Pregunto quién era el dueño de aquella casa y la adquirió a precio de oro
Hay que imaginar cuál fue la sorpresa de doña Carmen cuando, asomada a su balcón, se encontró a tan corta distancia con el hombre de sus sueños
Unos cuantos instantes habían transcurrido de aquel inenarrable coloquio amoroso, pues, cuando más abstraídos se hallaban los dos amantes, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas. Era el padre de doña Carmen increpando a Rígida, quien se juzgaba a la misma vida por impedir que su amo entrara a la alcoba de su señora.
El padre arrojó a la protectora de doña Carmen, como era natural, y con una daga en la mano, de un solo golpe la clavo en el pecho de su hija.
Don Luis enmudeció de espanto la mano de doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez más fría.
Ante lo inevitable, don Luis dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida.
Por esto a este lugar, sin duda unos de los más típicos de nuestra ciudad, se llama el Callejón del Beso.
Todo viajero que viene a esta ciudad pregunta por el Callejón del Beso, lugar al que se atribuye varias leyendas.
La más sorprendente por su sabor trágico y romántico de auténtica leyenda, es la siguiente:
Se cuenta que doña Carmen era hija única de un hombre intransigente y violento pero como suele suceder, siempre triunfa el amor por infortunado que éste sea.
Doña Carmen era cortejada por su galán, don Luis, en un templo cercano al hogar de la doncella, primero ofreciendo de su mano a la de ella el agua bendita. Al ser descubierta sobrevinieron el encierro, la amenaza de enviarla a un convento, y lo peor de todo, casarla en España con un viejo y rico noble, con lo que, además, acrecentaría el padre su mermada hacienda.
La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, doña Rígida, llorando e implorando juntas. Así, antes de someterse al sacrificio, resolvieron que doña Rígida llevaría una misiva a don Luis con la infausta nueva.
Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ella, hubo una que le pareció la más acertada.
Una ventana de la casa de doña Carmen daba hacia un angosto callejón, tan estrecho que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente.
Si lograban entrar a la casa frontera, podría hablar con su amada y, entre los dos, encontrar una solución a su problema.
Pregunto quién era el dueño de aquella casa y la adquirió a precio de oro
Hay que imaginar cuál fue la sorpresa de doña Carmen cuando, asomada a su balcón, se encontró a tan corta distancia con el hombre de sus sueños
Unos cuantos instantes habían transcurrido de aquel inenarrable coloquio amoroso, pues, cuando más abstraídos se hallaban los dos amantes, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas. Era el padre de doña Carmen increpando a Rígida, quien se juzgaba a la misma vida por impedir que su amo entrara a la alcoba de su señora.
El padre arrojó a la protectora de doña Carmen, como era natural, y con una daga en la mano, de un solo golpe la clavo en el pecho de su hija.
Don Luis enmudeció de espanto la mano de doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez más fría.
Ante lo inevitable, don Luis dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida.
Por esto a este lugar, sin duda unos de los más típicos de nuestra ciudad, se llama el Callejón del Beso.
La leyenda de las
momias
Guanajuato es una ciudad con muchos atractivos para el viajero, por su fisonomía que es única, por su historia que es maravillosa, por su abolengo cultural que la coloca en su sitio de privilegio en su país y más allá de sus fronteras; por sus manifestaciones artísticas a través de su teatro universitario, su Orquesta Sinfónica y su Estudiantina.
Sí así es en efecto, pero las cosas raras serán siempre motivo de singular atracción.
La gran mayoría de turistas, los que por primera vez vienen a Guanajuato, han recibido de los anteriores, de manera especial, dos recomendaciones: que visiten el Callejón del Beso y vean las Momias.
La modificación se debe, sin que sea ésta una opinión científica, a la ventilación especial, es decir a la altura, más bien al terreno, pues lo mismo ocurre en las gavetas que en el suelo.
Con toda seguridad que el fenómeno no tiene lugar desde que fueron exhumados del Panteón Municipal, al término del tiempo reglamentario, los primeros cadáveres.
Ese término es decir de cinco años, pero la modificación debe consumarse antes.
El dato de mayor importancia para nuestra población es la circunstancia de la gran mortandad que hubo y por que varios de los cuerpos, por temor a que se propagara más la peste eran inhumados casi enseguida que se declaraban muertos. Así sucedía que en algunos casos se les sepultaba cuando en realidad todavía no expiraban, de modo que al volver de aquel estado acataléctico, ya en la tumba, morían finalmente por desesperación, por angustia y por asfixia. De ahí esa mueca de dolor que hay en algunas momias.
Esto fue cuando la peste del cólera morbos que se registró en nuestra población allá por 1833. Aún no existía el panteón actual (1861), que es donde se verificó la modificación.
Tal era la cantidad de muerto, que fue necesario abrir panteones complementarios en las laderas del cerro de San Layetano y en una parte de la Cañada de Marfil.
Las Iglesias ayudaron muchos a resolver este problema casi en todo el país. Aquí fueron las de la Compañía, San Francisco, San Diego, Belén, San Roque, San Sebastiano. Está es una de las más antiguas.
A partir de 1861, fecha en que se inauguró el Panteón Municipal siendo Gobernador del Estado el General Francisco Checo, datan las primeras modificaciones. El primer cadáver momificado que se exhibió correspondió al Dr. Francés Gremio Leroy, en 1965, que aún existe.
Desde hace muchos años las momias se exhiben al público en una cripta que se halla justamente debajo del lugar donde se registran este hecho curioso.
En una galería que hay al fondo se ofrece el macabro espectáculo, formando las momias una doble fila como de 15 metros de fondo y acertadamente, detrás de una vidriera.
Por todo lo anteriormente expuesto en forma tan llana, el público debe desechar, por inciertas, todas esas leyendas baratas que cuenta la gente.